miércoles, 18 de mayo de 2016

Las paradojas temporales entre recuperación y futuro

Por JS

Crecí creyendo que era mi bien
hacerme un hombre, y ya me ven:
ahora me tengo que medir
para saber vivir.

Silvio Rodríguez

No puede ser de otra forma. Cuando uno mira las transformaciones implementadas en Cuba en los últimos años – con sus aciertos y errores – lo asalta una categoría propia de los inmovilismos: destiempo. Claro que no se trata de hacer una autopsia, o de recuperar la popular frase “palo porque bogas y palo porque no bogas”; pero el asunto de la eficacia del pragmatismo económico (más) y político (menos) desde el Estado cubano está atravesado por la categoría temporal: ¿por qué irrumpió a partir del discurso de Fidel Castro en la Universidad de La Habana en 2005, y especialmente después de 2008, y no antes cuando existía una acumulación cultural y una coyuntura otra?

El llamado a no olvidar la historia no puede ser sólo – aunque también – una plataforma defensiva frente al Imperialismo, es sobre todo un camino contra nuestros olvidos. Y el destiempo es uno de ellos. Ocurre de las maneras más paradójicas, por ejemplo, en el reciente VII Congreso del Partido Raúl Castro habló – como había hecho antes – de los límites de edad para el desempeño de cargos de gobierno y partidistas. Para algunos, visibilizar este tema en 2016 sería otra manifestación de ese retraso temporal; para otros – y no creo sea un sector minoritario – era este “el momento” para hacerlo. Así que en este particular el destiempo está en discusión. Sin embargo, donde si campea es en el distanciamiento entre discurso y práctica política: la composición del Buró Político y el Comité Central fue un golpe dado desde el propio partido a las palabras de su principal dirigente. No es un ejemplo feliz, porque vuelve a los “espacios del poder de real”, y reivindica esa mirada verticalista que comparten muchos de nuestros políticos, recalcitrantes opositores y críticos aparentemente demócratas.

La práctica del destiempo se recicla y se oculta. En el terreno cultural, durante los setenta muchos intelectuales, artistas, escritores – disculpen esta distinción al uso oficial – e incluso instituciones, sufrieron los asaltos de la ortodoxia marxista. Esto ha sido más abordado en sus manifestaciones prácticas, y menos en la dinámica destemporal que generó: a partir de la década de los noventa se estimuló un necesario proceso de reivindicación y desagravio (Premios, publicaciones) que también viene acompañado, desgraciadamente y por nuestras distorsiones y carencias, de la invisibilización y omisión por silencio de nuevos actores emergentes en estos campos.

Mirar atrás no significa vivir en el pasado. Las dinámicas de otros tiempos, si no se tratan en su amplitud, se reproducen y repiten. El destiempo nos sigue acompañando y mediando la relación entre memoria y futuro.

En busca del tiempo perdido

(1967)

Sin una historia azul,
de niño comprendí lo que debí callar.
Y hermanos y hermanitas,
de manos junto al mar,
no comprendimos el pudor.
Y así no estaba mal.

Ahora en busca sólo estoy
del tiempo que he perdido desde ayer,
buscando lo que había de hacer de mí.
Cosa añorada en mi niñez,
porque después crecí.

Crecí creyendo que era mi bien
hacerme un hombre y ya me ven:
ahora me tengo que medir
para saber vivir.


Andando el tiempo se perdió
mi mar, las nubes de marfil
y un girasol de abanicarse
la cabeza al sol.

Quiero aquel bello girasol,

Quiero mi mar azul turquí,

quiero mi nube sin color,

quiero una estrella allí

donde haya más oscuridad,

donde mi mar no pueda estar,

donde no pueda remediar

el tiempo que perdí.



 

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