miércoles, 17 de febrero de 2016

La pluralidad de los amaneceres


Por JS
Un hombre simplemente sale a mirar el día
y se deja quemar por ese resplandor,
y decide salir a perseguir el sol
Silvio Rodríguez
En los sesenta y los setenta el despertar estaba más politizado. O quizás había un sentido más restrictivo y encuadrado de la política. La Revolución cubana jugó un papel en esa politización, desde su posición – inicialmente heterodoxa – avivó las esperanzas de las esclerosadas izquierdas europeas, desafió el desgastado dogma soviético y sus ramificaciones en muchos partidos comunistas y reivindicó la potencialidad revolucionaria de “los condenados de la tierra”. América Latina era un hervidero y la canción de Silvio “Un hombre se levanta” vino como anillo al dedo a la teleserie “Los comandos del silencio”.
El clima al amanecer era secundario, la necesidad de un cambio – apegado a las aspiraciones de los sectores populares – era el epicentro. La polarización era más clara, quizás un efecto de esa centralidad de lo político. La violencia revolucionaria no había sido anatematizada – aunque se discutía y una parte de la denominada izquierda la veía como algo contraproducente, peligroso e innecesario – y se privilegiaban las opciones de un cambio integral de la sociedad.
A diferencia de esas décadas, los amaneceres de ahora son plurales, diversos y a veces, vacíos. Sin embargo, ¿vale la pena una añoranza bucólica? Se trata de reivindicar los despertares nuevos de los cubanos y resignificar el heroísmo.
En un ambiente menos politizado en lo formal – porque sabemos que toda esa mierda de “no hablar de política” o “meterse en política” es lo más ideologizado del mundo – salir cada mañana a “batirse” con el transporte público (o privado, no descartar la competencia por las máquinas de alquiler); trabajar por un salario que no alcanza o ser explotado “gustosamente” por el dueño de un negocio privado; chocar con los precios del agro o el desabastecimiento; convivir con una apabullante falta de cultura de los servicios y convertir las casas en almacenes de materiales de construcción para restañar grietas; son expresiones de esa voluntad que mantienen muchos de perseguir el sol. El suyo, sí; que podría articularse con el de otros.
Nos pasamos la vida exaltando lo que hacen nuestros profesionales en otros países, es válido. Pero aquí hay pruebas cotidianas, que si pudieran presentarse sin apología y distanciamiento de la realidad serían muy útiles.
Todavía hay personas – muchas veces funcionarios y dirigentes – que se levantan, se asoman a la ventana y repiten la lógica de ese 1971 que aparece en la canción de Silvio. Son los menos y no en todos los casos, ese amanecer se traduce en perseguir el sol; al menos, el sol colectivo que necesitamos. En realidad, no hay que buscar tanto para encontrar el heroísmo en nuestras calles, en las personas consideradas más simples.

Un hombre se levanta
1971
Un hombre se levanta
temprano en la mañana,
se pone la camisa
y sale a la ventana.
Puede estar seco el día,
puede haber lluvia o viento,
pero el paisaje real
―la gente y su dolor―
no lo pueden tapar
ni la lluvia ni el sol.
Una vez descubierta
esta verdad sencilla,
o se sube a la calle
o se baja a la silla.
O se ama para siempre
o ya se pierde todo:
se deja de jugar,
se deja de mentir,
se aprende que matar
es ansia de vivir.
Un hombre se levanta
y sale a la ventana,
y lo que ve decide
la próxima mañana.
Un hombre simplemente
sale a mirar el día
y se deja quemar
por ese resplandor,
y decide salir
a perseguir el sol.


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