lunes, 28 de septiembre de 2015

¿Rebelion en la granja?

Por Carlitos

¿Por qué no ha habido una "primavera cubana"?, o ¿por qué, en medio de tantas inconformidades, no se han rebelado los jóvenes en Cuba?

Depende del lado desde donde se vea. La rebelión ha ocurrido y ocurre, pero de forma silenciosa, y no por ello menos intensa y (a la vez) escandalosa. O es que acaso no se puede llamar rebelión a los miles de jóvenes que emigran al exterior, a la naturalidad con que lo han asumido sus padres, a la permisibilidad social al robo y "la lucha", a la apatía política, a la aversión a trabajar para el Estado, o a la queja recurrente de muchos de vivir en "este país".

Y ¿contra qué se rebelan los jóvenes? Se rebelan contra las carencias materiales, lo que podemos achacar en buena medida (no en toda) a la desdicha de haber tenido que desarrollarnos amarrados de manos. Pero también se rebelan contra el absurdo, contra la existencia de dos países diferentes (el de los medios y el de la vida real), contra el discurso ajeno (del que vive en la estratosfera), contra el discurso oportunista (del que vive en este mundo y se aprovecha de ello), contra el discurso cobarde (del que lo sabe todo, pero prefiere callar), contra el hecho de que estratosféricos, oportunistas y cobardes abunden en proporciones mucho más allá de lo permisible ya no en cualquier sociedad, sino en una que se proponga un proyecto socialista.

Se rebelan contra la falta de plazos, de metas, de compromisos, contra la lentitud de los cambios, contra la tendencia a no hablar de los errores, o la incapacidad para rectificarlos. Se rebelan contra la falta de oídos y de espacios para participar. Se rebelan contra la pretensión de labrarles un futuro (que puede estar lleno de buenas intenciones), pero que toma poco en cuenta cómo lo quieren ellos.

También hay jóvenes que siguen con sus pies y sus sueños en Cuba. Y esos, ¿por qué no se rebelan?

Porque preservan el deseo de construir (aun) un proyecto diferente (el mundo que conocemos no tiene mucho que ofertar en lo que se refiere a proyectos no individuales). Porque reconocen que, más allá del teque, es real la pretensión del gobierno norteamericano de subvertir cualquier proyecto cubano que no se alinee con sus intereses imperiales.

Porque quieren cambios en Cuba, pero cambios no violentos. Muchos creen, como dijo Silvio en una nota reciente en su blog, que es loable la intención y el sacrificio de sus padres y que eso merece respeto. Quieren decir sin negar el criterio del otro, quieren participar sin apostar a verdades absolutas. No suponen, como hace la vieja disidencia o algunos extremistas y sectarios, que el mejor proyecto significa el triunfo de unos sobre otros. Ante la disyuntiva de "en contra o mediante" apuestan a participar desde dentro, aun cuando resulte desafiante e incómodo. Pero esa posición, muchas veces fundada sobre bases culturales sólidas, no les hace menos inconformes.

En el fondo, lo importante no es saber si se rebelan o no, unos u otros. En la mayoría de nuestros jóvenes no hay una idea preconcebida de la sociedad que quieren, pero con seguridad apoyarían cualquier proyecto que implique bienestar material, igualdad de oportunidades, solidaridad social y soberanía nacional. El problema es que la sociedad que conocen, no solo no es parecida a la que proyectó el sueño emancipador de 1959, sino que (y esto es lo mas preocupante) no deja señas claras de hacia dónde va.

Por eso habría que preguntarse: ¿se rebelan contra el socialismo? Yo diría que todo lo contrario, se están rebelando a favor.

Lo importante es creer en los jovenes, que es más que confiar. Nos preocupamos mucho (con razón) de su inmadurez (o el paternalismo de los padres) y de la influencia de la globalización del consumo y la banalidad. Pero también son más sinceros, más abiertos, más transparentes, más sensibles a las individualidades, más tolerantes al criterio diferente, menos machistas y homofóbicos, menos racistas, más dados al diálogo que sus padres. Son buenos "chamacos", ni mejores ni peores. Y no son, como nunca lo han sido, una masa uniforme, hay jóvenes de todos los colores.

Lo importante es aceptar las razones que llevan a los jóvenes a actuar de esa manera, y aceptar que en la medida en que se reproduzcan, el cansancio irá sumando más a los rumbos de la rebelión silenciosa.

Lo importante es saber que, por muy noble que sea un proyecto, si los jóvenes no lo comparten, algo o mucho de su discurso y su implementación está fallando.

martes, 22 de septiembre de 2015

Las adversidades de la consecuencia



Por JS
Al que le disguste mi sincero afán
de decir la vida en mi canción,
sólo le diré que, cuando pueda,
colgaré mi voz de algún lugar común,
que, cuando pueda, dejaré mi forma de pensar…
Silvio Rodríguez (1967)

No hay condición más difícil, presionada y torpedeada para un revolucionario que la consecuencia. Porque un revolucionario apuesta, arriesga y la Historia – de la mano de los hombres – se ha empeñado en demostrar que es más fácil torcer un intento revolucionario que la reacción, porque esta última, por torcida no puede variar su rumbo. No tiene hacia donde.
La Revolución no es un lugar común, porque cuando comienza a serlo se pierde y no hay mapa para las revoluciones. En este punto, para los actores hay varias opciones. Una, renunciar y generalmente, esa renuncia se acompaña de un esfuerzo grandioso para mostrar la decepción. La palabra preferida de esta inconsecuencia es “engaño” y claro, otros cargan la responsabilidad por el engaño. Es – para aprovechar la canción – mandar la guitarra al mar, tomar otra sin historia y no guardar la voz, ¡NO!, darle otro tono.
Otra opción es servir de coro a lo torcido. Para estos, la palabra preferida es “Revolución”. Se cansaron de arriesgar y mientras más hablan menos dicen.
La consecuencia es adversa para quienes no guardan voz ni guitarra. Si ven error critican, pero no niegan. Si ven ataque luchan. Y son el cebo preferido de los inconsecuentes. Los decepcionados los piensan dulce plataforma, y les adosan ceguera. Los coristas a lo torcido los creen pedestal para legitimarse, y les anotan apoyo. Pero los revolucionarios se resisten, casi siempre en minoría y en esa defensa, una nueva adversidad a la consecuencia. Pero sigue la batalla, más tarde, mucho más tarde, se guardará la voz.


 Mientras tanto

Silvio Rodríguez

Al que le disguste mi sincero afán
de decir la vida en mi canción,
sólo le diré que, cuando pueda,
colgaré mi voz de algún lugar común,
que, cuando pueda, dejaré mi forma de pensar,
que, cuando pueda, mi guitarra irá a parar al mar.
Pero mientras tanto, pero mientras tanto
yo tengo que hablar, tengo que vivir,
tengo que decir lo que he de pensar.
Mientras tanto, pero mientras tanto
yo tengo que hablar, cantar y gritar
la vida, el amor, la guerra, el dolor.
Y más tarde
guardaré la voz.

Al que se disguste con mi proceder
de esta gran manía de soñar,
sólo le diré que, cuando pueda,
haré un gran bulto de canciones y me iré,
que, cuando pueda, seré viejo y ya no cantaré,
que, cuando pueda, mi guitarra no acariciaré.
Pero mientras tanto, ay, pero mientras tanto
yo tengo que hablar, tengo que vivir,
tengo que decir lo que he de pensar.
Mientras tanto, pero mientras tanto
yo tengo que hablar, cantar y gritar
la vida, el amor, la guerra, el dolor.
Y más tarde
guardaré la voz.

lunes, 14 de septiembre de 2015

Criticar a quien

Por Carlitos

En los últimos años ha sido recurrente el llamado del gobierno, y en especial de Raúl, a un mayor espacio para la crítica y la confrontación de ideas. Sin embargo, en los medios de comunicación las críticas llueven sobre las actitudes individuales de las personas o de los empresarios estatales, pero nunca o casi nunca sobre el gobierno.

Y, si bien es cierto que es necesario que la crítica abarque (con el mayor balance posible) todo el espectro de lo criticable, no me imagino el debate de los problemas de una sociedad si no se puede criticar al gobierno.

La actividad del gobierno es criticable porque es una actividad humana, sujeta a muchos errores; porque en las condiciones de la construcción del socialismo (y falta de referentes) y las agresiones explicitas e implícitas, la posibilidad de errar es mucho mayor; y porque esos errores no significan un ajuste de cuentas en un libro, sino afectaciones graves (y a veces irreversibles) en los proyectos de vida de muchas personas y en la capacidades del país para desarrollarse.

En una sociedad donde los espacios tradicionales de participación popular son excesivamente formales (dígase organizaciones de masas o del poder popular), el gobierno es más responsable aun por las decisiones que toma.

Hace tiempo quedó demostrada la irrelevancia del argumento de que discutiendo nuestros problemas le dábamos armas al enemigo. En el mundo de internet, las redes sociales y el paquete, no hay nada que esconder.  Las verdades existen, lo que las diferencia es quien las dice. Las "armas del enemigo" crecen con cada silencio, con cada censura, con cada síntoma de que estamos completamente fuera de época y de contexto.

El gobierno cubano sería el principal beneficiado de un espacio de mayor aceptación a la crítica a su gestión en los medios, el arte y los espacios de participación pública. Ganaría más si no solo escuchara, sino también si hubiera retroalimentación. El gobierno y muchas personas debieran dejar de preguntarse si es amigo o enemigo el que escribe, y comenzar a preguntarse si es o no sensato lo que se critica, si está retratando o no un problema real que merece ser atendido.

El gobierno debiera ver incluso como aliados (ni enemigos ni instrumentos) a aquellos que le critican desde posiciones respetuosas y sospechar de aquellos que en pasillos o en tribunas aplauden inexcusablemente cada paso de su gestión. Siempre he oído decir que amigo es aquel que te dice las cosas de frente; para los gobiernos (o los gobernantes) ¿eso no funciona también?

Y las críticas que vengan desde los que no comparten el proyecto social (siempre que sean respetuosas) también deben verse con atención, porque el gobierno se ejerce para todos, no solo para los que comparten el rumbo de la Revolución. Decía Martí "con todos y para el bien de todos".

¿Que eso significa mayor presión para cumplir los compromisos asumidos, rectificar las políticas erróneas, desviar el rumbo de caminos preconcebidos, dedicar más tiempo a discutir y dialogar con la gente, tener cuadros capaces de acudir al debate? Pero es que acaso, ¿no es de eso que trata la política?

Los retos de Cuba en este minuto son enormes y resulta vergonzoso (verdaderamente vergonzoso) que dediquemos tanto tiempo a sospechar de las críticas o, peor, a discriminar, acusar o separar, únicamente porque se expone, supone, aborda un criterio diferente, una crítica a lo legítimamente criticable.

El desprecio a lo diferente no solo implica afectar o prescindir de personas sobre las que erróneamente se asumió como enemigas, sino que desilusiona y cansa a lo mejor de nuestra gente, que sufre de ver como construimos muros cuando debemos construir puentes.

Necesitamos aprender a decir las cosas en el lugar y el momento oportuno (o a decir las cosas para que se nos oiga más allá de a nosotros mismos), pero necesitamos que haya un oído positivamente predispuesto a la crítica, un oído que sume y no reste, que entienda todo lo fértil que hay en ella y todo lo necesaria que es para un proyecto que se llame socialista.

lunes, 7 de septiembre de 2015

Las angustias de septiembre

Por Carlitos

La maestra del mayor de mis hijos le dio un excelente primer grado, pero apenas terminó el curso emigró a Tenerife. La maestra de ahora es una jovencita que pasaron de cuarto para segundo grado porque… no hay profesores. Pero, más malos que buenos, y aun cuando los padres se quejan de historias de maestros con faltas de ortografía (reales y a veces un poco exageradas), dice la UNICEF que los niños cubanos aprenden más matemáticas y español que el promedio de los restantes países de América Latina. No es nada para hacer una fiesta sabiendo bien de otras carencias, pero indudablemente es una advertencia de que aún es algo que se puede salvar.

Más allá de la cantidad de maestros o la calidad de las clases el deterioro de la educación habría que verlo en muchos otros aspectos. No hay auxiliares de limpieza, por lo que los padres tienen que limpiar o (lo que termina pasando) pagar a alguien para que limpie. A pesar de los esfuerzos del Estado por reparar las escuelas, año tras año los padres reúnen dinero para comprar ventiladores, útiles de limpieza, reparar el mobiliario, etc. Los padres pagan como repasadores (muchas veces sin necesidad) a los mismos maestros que decidieron irse del aula. Y la comida del seminternado es lo suficientemente pobre o mala como para que muchos padres refuercen (si no sustituyan) el almuerzo cada día. Sacando cuentas, ¿todavía es gratuita la educación? No cobra el Estado, pero el padre paga.

No son pocos los casos de maestros que piden regalos o se ponen bravos si no les regalan el día del educador. Hay maestros que repasan en horario escolar y cobran por ello. Y el fraude (quizás no tanto en las primeras edades) ha pasado a ser visto como natural y aceptable para muchos padres y profesores. Lo preocupante, no es que haya maestros corruptos (no importa si pocos o muchos). Lo que preocupa es el riesgo de que todas esas prácticas (que suceden a los ojos de los niños), los corrompan a ellos o, por lo menos, de poner esos valores en conflicto con los que aprenden en la casa o bajo otras sanas influencias.

Por otro lado, percibo (sin ser experto) cierto atraso en los programas de estudio, quizás encartonados en concepciones ortodoxas y con poca capacidad para asimilar las corrientes más modernas. Por eso me preocupa que las escuelas estén empeñadas en que se sepan los múltiplos y no en desarrollar valores (o que los valores se enseñen como se enseñan los múltiplos), o en hacer una composición ("hoy fue un día muy feliz") antes que un ensayo (donde se les entrene desde pequeños a defender un criterio). Por eso me preocupa que se enseñe una historia donde nuestros héroes y mártires son más parecidos a Superman (hombres invencibles y dotados de superpoderes) que a Elpidio Valdés. Por eso me preocupa que habilidades imprescindibles para el mundo que vivirán, como el inglés o el manejo de las nuevas tecnologías, estén siendo relegados casi completamente al sector privado y a los padres (que tienen dinero).

Pero sería un crimen arremeter contra los profesores que están en las aulas. Porque son esos, al fin y al cabo, malos, buenos y regulares, los que sustentan nuestro sistema educacional. Porque sinceramente, todavía encontramos en medio de la madeja, otras muchas historias de maestros espectaculares e historias de consagración y amor a los niños que valen solitas el esfuerzo. Malos, buenos y regulares creo que debieran sentir mucho más de nosotros, los tantas veces impertinentes padres, el agradecimiento por lo que hacen. Prefiero pensar en las causas que hacen que muchos se vayan y que otros se corrompan. La gente no nace corrupta, es el entorno el que las corrompe.

Por supuesto que en primer lugar está el salario. Podrá haber todas las justificaciones económicas del mundo, pero en estas cuestiones hay que ser bien pragmático. Si económicamente no es posible pagar a un maestro lo que vale para una sociedad como la nuestra, entonces hay que replantearse el diseño del sistema educacional. No tiene sentido seguir esperando a ver cuándo las mejoras económicas llegan para que, entonces, los maestros ganen lo que se merecen. En esa historia llevamos 25 años y aún no se ve el horizonte. El riesgo en este, como en muchos otros temas, es que cuando ese momento llegue ya no quede sistema educacional, porque se quedó sin maestros.

A estas alturas muchos de los padres preferiríamos que fueran más maestros por alumno, que las clases sean de una sola sesión (aunque no en primaria), y quien sabe cuántas cosas más, si ello garantiza que a los profesores que estén se les pague como es debido y que esa política salarial y educacional garantice que sean los mejores los que estén frente al aula. No sería el modelo ideal que pretendemos, pero probablemente mejor que el actual.

No obstante, creo que no es solo el salario. Es enorme la cantidad de cosas absurdas que se le exige a los maestros (en buen cubano, es mucha la machacadera): planes de clases, superación, reuniones metodológicas, reuniones educativas, etc., etc., etc. En cualquier lugar del mundo esto y más se le exige a los maestros, solo que se le mide el resultado y no el medio para alcanzarlos. En otras palabras: la calidad no se garantiza con más reuniones, planillas y cursos. Esa cantidad de horas en cosas muchas veces excesivamente formales aturden y contribuyen aún más al cansancio de los que todavía se atreven a quedarse en el sistema educacional.

Las angustias de septiembre, son las de todo el año, solo que septiembre nos la recuerda, y cada septiembre con más intensidad. Este año los titulares volvieron a decir que estábamos preparados para el inicio del curso escolar. Y sí, a lo mejor mucho y muy loable trabajo logístico y metodológico se hizo, pero las cuestiones medulares, no las de este curso, sino las que están poniendo en juego una de las principales razones por las que los cubanos querían que sus hijos crecieran en Cuba, una de las principales razones por las que tenemos hoy una joya en términos económicos (más de un millón de profesionales); esas cuestiones ¿cuándo estarán listas?

viernes, 4 de septiembre de 2015

Hay grupos que dicen (o no)


Por JS
“Hay un grupo que dice
que una canción
tiene que ser muy fácil
para la razón,
que las cosas que digo sólo las sé yo”
Silvio Rodríguez
Hay grupos que dicen, otros que callan.
Hay grupos mudos que no son uniformes. Unos no tienen qué decir; otros no pueden, están demasiado inmersos en una cotidianidad de hacer, de “luchar”, de comer. Otros no quieren, prefieren encriptarse en su mutismo; su forma de decir es observar, para después gritar y acomodarse en el concierto de las voces.
Hay grupos que hablan sin parar. No dicen, repiten. Es otra forma de acomodo. Apuestan por la inmediatez, por el hoy, por desligarse de ese grupo sumergido en el hacer y capturar las lisonjas de la mesa del poder. No es un grupo confiable, pero hizo su apuesta.
Hay grupos réplica, como el anterior. No dicen, cumplen. También quemaron naves y se elevan porque besan los pies mientras se arrastran bajo otra mesa de poder, de un poder sólido a golpe de sangre y lodo; de un poder “cara pálida” que los usa y a veces, los sienta a esa mesa. Tampoco es un grupo confiable.
Hay otro grupo que dice y quiere hablar por todos. Es el grupo arquitecto. Se diseña una imagen de ruptura y compromiso. Se esfuerza demasiado en construirla y se presenta en misión mesiánica. Con esfuerzo y trabajo – hay que reconocerlo – logró articular el hacer y el tener; pero ahora quiere reproducir el tener con el pretexto del hacer.
Hay un grupo inconforme, que dice y se resiste a todos. Que respeta la libertad de los muchos grupos, pero sueña con borrar sus fronteras. A veces, se hace difícil distinguirlo. Es todavía, un grupo clandestino.

Hay un grupo que dice
Silvio Rodríguez
Hay un grupo que dice
que lo haga reír,
dice que mi canción
no es así, juvenil,
que yo no me debiera poner a cantar
porque siempre estoy triste, muy triste.
Miren que decir eso
con tantos motivos para no reírse como hay.

Hay un grupo que dice
que una canción
tiene que ser muy fácil
para la razón,
que las cosas que digo sólo las sé yo.
No han abierto los ojos, al mundo.
Miren que decir eso
con tantos motivos para no reírse como hay.

Hay un grupo que dice
que lo haga feliz,
que me vira la espalda
y se pone a reír.
Yo no puedo vivir fácilmente, sin ver
que suceden mil cosas muy tristes.
Miren que decir eso
con tantos motivos para no reírse como hay.

https://www.youtube.com/watch?v=ecAJE6mwBhs