jueves, 13 de agosto de 2015

En su justo lugar

Carlitos

Los medios oficiales celebran hoy el cumpleaños 89 de Fidel. Desgraciadamente, el compañero Fidel, el líder histórico, nos viene ensalsado como una estatua inmaculada, un ser de otro planeta, incapaz de cometer errores y responsable de todas las virtudes reales e imaginarias de nuestro modelo social y de todas las buenas ideas que parió el socialismo en estos cincuenta y tantos años.
Sin embargo, los medios alternativos van al otro extremo y hacen caso omiso del tema. Desde hace rato percibo que sobre Fidel nadie se arriesga a hablar y cuando se hace, se toma distancia, tratando de guardar un equilibrio que nunca es tal sobre lo bueno y lo malo que caracterizó a su personalidad.

Y temo, por esa razón, que la historia y la visión de las nuevas generaciones sea injusta con una de las figuras más importantes de la historia cubana. Dado que la historia tiene el sabor de quienes la escribieron y los que la escriben tienen muy cercana la huella reciente, es muy probable que se recuerden sus momentos de menor lucidez y se olviden otros fundadores de la historia de nuestra nación. A veces siento que, desde esta perspectiva, Fidel está pagando el precio de vivir mucho tiempo.

Fidel no es un dios, pero ello no quita reconocer lo que significó para los cubanos. Yo solo quiero resaltar cuatro cosas.

Primero, Fidel es lo más cercano que pudiéramos conocer a un revolucionario. Revolucionario, en el amplio sentido de la palabra, implica ver algo torcido y pensar que se puede volver a levantar desde 0. Se dice fácil, pero pocos se atreven. Por eso comprendió que una Revolución no podría hacerse desde los partidos tradicionales, sino desde un movimiento de masas, sin móviles e intereses políticos. Ya en los últimos tiempos quiso hacer algo similar con la Batalla de Ideas, un proyecto que implicaba salirse de las instituciones tradicionales (gobierno y Partido) y ser dirigida por jóvenes. En este caso, otros cálculos le fallaron, pero es innegable su visión revolucionaria de las cosas, incluso para un hombre que llevaba 40 años en el poder.

Segundo, Fidel es un movilizador y un comunicador nato. Ahora, a destiempo, se ha hecho moda decir que llevamos 50 años haciendo cosas obligadas. Y es verdad que mucho daño nos ha hecho la doble moral, pero también hay muchos por ahí que lloraban con las "intervenciones del Comandante" y les queda muy bien ahora el discursito de que fui porque no me quedaba otro remedio. Vamos a hablar claro, Fidel tenía la capacidad de convencer. Cogía una cámara y se paraba en un teatro y la gente salía convencida de que iba a cambiar el mundo, aun cuando a veces fueran directo a cometer un disparate. No voy a hablar de los que fueron a Angola, que muchos conocí que lo viven por orgullo. Yo sé de mi experiencia en la Universidad, donde vi más de 3000 estudiantes salir de un discurso de tres horas convencidos de que iban a comerse el mundo con las Brigadas Universitarias de Trabajo Social o a cientos de estudiantes esperar seis horas para verlo o tocarlo al salir del Aula Magna. Y eso no fue en los 60´s, fue en los 2000. Tiene una personalidad que imanta, impresiona, era un líder nato.

Tercero, Fidel es un estratega político de altos quilates, que logró cambiar la historia mundial y al que las principales figuras mundiales, desde papas, premios Nobel, estrellas del deporte y el cine hasta presidentes occidentales trataban a su nivel. Por eso, se le puso difícil a Nikita durante la crisis de octubre, algo a lo que no se atrevía casi ningún líder del antiguo campo socialista. Por eso, apoyó a la lucha contra el apartheid y los movimientos de izquierda en América Latina por iniciativa propia, y no "por ser parte de la estrategia socialista mundial". Y, por eso también, la historia (que se escribe en círculos) parió décadas después un cambio de época en América Latina, que abrió un mar de nuevas posibilidades para Cuba (incluido el restablecimiento de relaciones con Estados Unidos).

Cuarto, Fidel es un político que se armó de una autoridad moral basada en sus nobles sentimientos y en su capacidad para estar cerca de la gente. Parece una bobería, pero desde hace mucho tiempo escasean políticos con buenos sentimientos. Lo que más caracteriza a los políticos (sobre todo a los más exitosos) es su pragmatismo, lo cual muchas veces no va acompañado de la defensa de los mejores valores. Fidel le pidió a la gente que aguantara durante el período especial, pero se le aparecía en los campamentos de la agricultura y, cuando se armó la única revuelta seria que yo recuerdo en La Habana, pidió que no llevaran a las tropas especiales y se apareció en dos jeeps y varios escoltas en medio de la tumultera, cambiando el sentido de aquello que estaba pasando.

Fidel no es perfecto. Su fe en los imposibles le impidió ver la economía con pragmatismo y su obstinación, si bien fue lucida y útil en muchas ocasiones, nos jugó malas pasadas en otras. Nuestra historia lleva el sello también de muchos de sus errores (ese es uno de los costos de gobernar mucho tiempo), de los cuales tenemos que hablar para no cometerlos de nuevo. Pero la preocupación por lo que no hemos podido ser, no nos puede impedir poner en su justo lugar a este fuera de serie de la historia que nos tocó vivir.

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