viernes, 9 de enero de 2015

¿Influyeron los editoriales del NYT en la decisión de normalizar relaciones con Cuba?

Desde que en octubre pasado The New York Times comenzara a publicar una serie de editoriales instando a Obama, entre otros giros en las relaciones con Cuba, a poner fin al embargo, latía una interrogante: ¿estaba el diario siendo vocero de una corriente política ya en curso, la estaba propiciando al generar un estado de opinión favorable a esta, o fue una notable coincidencia?

A pocas semanas de un viaje a Cuba y luego del anuncio del 17 de diciembre acerca del restablecimiento de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, el propio Londoño habla de los cambios que vio en la Isla durante su visita y cómo ve la nueva relación en evolución.

Con Terry Gross como anfitrión en el programa radial Aire Fresco, el periodista, que se incorporó a NYT en septiembre, despeja algunas dudas. Londoño comenzó diciendo que ha habido no poca especulación y teorías de conspiración sobre el calendario de estos editoriales, y aseguró que comenzaron esta serie "en gran parte por accidente".

Apenas llegado al diario, durante una reunión de la junta editorial el tema de Cuba se le ocurrió. Había caído en cuenta, dice, de que en años no habían escrito sobre la política hacia Cuba de forma alguna; y en el contexto de la proximidad de la cumbre regional en Panamá, cuando, por primera vez desde que Fidel Castro llegó al poder se esperaba que el presidente cubano y el de Estados Unidos iban a compartir la misma mesa en un foro diplomático, sintieron la coyuntura de "hacer algunas preguntas incómodas sobre la relación con Cuba".

"El impulso de este primer editorial fue hacer una llamada en voz alta sobre cómo la política estadounidense hacia Cuba es retrógrada e ineficaz. (…) No teníamos ninguna expectativa razonable real de que esto era fuera a surgir como una prioridad en el panorama político, pero nos dimos cuenta de que valía la pena darle una oportunidad", comenta.

Entre lo que el periodista llama "teorías de conspiración" para explicar la serie del NYT, admite que era comprensible que se creyera que la administración Obama se había acercado a ellos con una hoja de ruta de lo que estaban haciendo detrás de las escenas, puesto que en el pasado el gobierno ha utilizado los medios de comunicación con tales efectos. Sin embargo –asegura– en este caso "en realidad no había cooperación formal o colaboración entre lo que estaban haciendo y lo que estábamos publicando". No tenía idea de que había negociaciones secretas entre el gobierno de Obama, el de Castro y el Papa, insiste.

La ecuación camino al 17D

Londoño comentó que para los analistas de la política estadounidense hacia Cuba en todo el espectro político, era bastante claro que a menos que el tema Alan Gross se solucionara, no habría avance. Sin embargo, (el gobierno) "había dicho durante años que no estaba dispuesto a cambiarlo por los espías cubanos que se encontraban en la prisión estadounidense", dijo.

Aseguró que después de mucho debate, conversaciones y la lectura a través de documentos legales y a través de la historia, el consejo de redacción del NYT descubrió "que en realidad tenía sentido hacer un intercambio, que un canje sería una cosa razonable, por razones humanitarias" y que "un intercambio, al final del día, no sería el fin del mundo. Y sería allanar el camino para una relación muy diferente, el tipo de compromiso que el gobierno ahora aspira a lograr en el futuro y que era imposible, siempre y cuando estos individuos permanecieran encerrados".

La alocución simultánea de los presidentes de Cuba y Estados Unidos el 17 de diciembre hablando de los respectivos países se vivió así en el NYT: "Estábamos anonadados, francamente. Cuando nos enteramos de que Alan Gross había sido liberado y vimos señales de que esto iba a seguir adelante de una manera muy significativa y que la administración estaba utilizando, en su anuncio, un lenguaje que realmente se hizo eco de una gran parte del punto que hicimos en nuestra serie editorial, uno de mis jefes, Terry Tang, vino a mi oficina. Y los dos nos miramos el uno al otro, y nos abrazamos sorprendidos y emocionados. Y sentimos que, en cierto modo, este anuncio indicaba algunos de los argumentos que habíamos hecho".

Londoño se resiste a asegurar que sus editoriales hayan tenido algún impacto directo en la decisión de la administración Obama: "Es difícil de decir. Creo que habría que preguntarles a ellos. Creo que el gobierno encontró que les dimos una cantidad significativa de cobertura política. En muchos sentidos, estábamos conformando un argumento con el que estaban de acuerdo". Le dimos cobertura política para hacer lo que hicieron, concluye.

Además, sopesó la fuerza de la expectativa creada por la serie. Fue como "subir el volumen diciendo: escucha, sabes, es desde hace mucho tiempo. ¿Cuándo vas a hacer esto? ¿Cuánto tiempo más vas a esperar?"

Un análisis a largo plazo devuelve la imagen de una "política fracasada donde, en muchos casos, le dimos al gobierno cubano una herramienta realmente potente. Les dimos la autoridad para decir, somos una nación en estado de sitio. Nuestro vecino del norte, con su enorme poder militar y sus recursos sin fin, está trabajando sin parar para desestabilizarnos y derrocarnos. Así que tenemos que cerrar filas. Y debemos reprimir la disidencia. Y hay que limitar la libertad de expresión, porque estamos viviendo en circunstancias extraordinarias".

Señaló como argumento del enfoque del NYT que en la medida en que sea más difícil para los cubanos hablar de una amenaza, será más difícil justificar medidas extraordinarias. "Creo los cubanos van a estar más dispuestos y más en poder de hacer preguntas difíciles a su gobierno para empezar a tener una conversación más significativa acerca de la forma en que quieren ser gobernados", concluyó.

En torno a lo que este restablecimiento de las relaciones diplomáticas realmente significa, comentó que una plena restauración "requerirían una ley del Congreso. Y eso no es inminente". Incluso lo que se puede hacer bajo prerrogativa presidencial "es muy, muy complicado".

Aun así, reconoce que "es un gran paso de la Casa Blanca en este momento decir que queremos un cambio en el tono. Queremos un cambio en la forma en que interactuamos. Queremos empezar a reconstruir la confianza. Queremos reforzar las áreas de cooperación en el que, en el pasado, hemos sido capaces de trabajar juntos. Y una vez que tengamos una relación más elevada, un diálogo más alto nivel, queremos hablar acerca de diferentes cosas. Y queremos hablar acerca de un espectro más amplio de las cosas".

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